
Los nórdicos, a igual que los griegos, usaban la mitología para explicar lo que ocurría a su alrededor. Por ello sus dioses protagonizaron historias de sufrimiento, amor, conspiración, traición, lealtad, etc. Los días y las noches y el movimiento de la Tierra y del Sol y la Luna se explican con la historia de Sól y Máni, y de los lobos Sköll y Hati.
La diosa Sól (el Sol) montaba el carro conducido por los caballos Arvak y Alsvid, de cuyas crines emanaba la brillante luz que calentaba durante el día. Su hermano Máni (la Luna) conducía el carro tirado por los corceles Allsvinn y Alsvider y desprendía una fría luz nocturna. Estos carros sobrevolaban el mundo de los hombres siendo perseguidos por los lobos Sköll y Hati, descendientes del malvado dios Loki, cuya único objetivo era devorar a los carros porque si eso ocurriera, comenzaría el Ragnarök (el fin del mundo para los nórdicos al que dedicaremos una entrada propia). A Sól le perseguía Sköll durante el día y a su hermano Máni le seguía de igual manera Hati por las noches. Los nórdicos temían mucho que los perseguidores alcanzaran su objetivo, por ello estaban muy pendientes del desarrollo de la "persecución". A veces ocurría que los lobos alcanzaban a sus objetivos; cuando eso pasaba los nórdicos salían y tocaban instrumentos para hacer mucho ruido, ante esto el lobo se asustaba y soltaba a su presa, por ello se producían los eclipses de Sol y de Luna.
Según la tradición, al final el Ragnarök se produjo al acabar devorados Sól y Máni por Sköll y Hati, y con él la mayor parte de los dioses y hombres perecieron. Pero un hombre y una mujer consiguieron escapar, y sus hijos ocuparon el lugar de los antiguos dioses y los carros del Sol y la Luna fueron ocupados por cuatro de sus hijos. Así a pesar del "fin del mundo", el rumbo de la vida seguía su curso sin poder detenerse ante nada.
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